En esta entrada me propongo un doble objetivo: i) mostrar como válida y necesaria la intuición de que todo ciudadano responsable y comprometido con su sociedad debería al menos tener un conocimiento teórico de cómo consolidar una actividad empresarial propia; ii) llamar la atención sobre ciertos aspectos de la educación en valores hoy en día.
Asumo los siguientes contextos: i) que el Estado "democrático" como mero regulador del mercado libre finalmente se ha excedido, ha crecido en proporciones no deseadas, y que finalmente supone una clara amenaza para el mercado y, por lo tanto, para las libertades económicas de los ciudadanos; lo mismo aplica en otras áreas: salud, agricultura, educación, cultura, etc.; ii) que el Estado sea tan inexistente que sea incapaz de proteger los derechos de los ciudadanos: iii) que un Estado limitado a cumplir la función de garante de esos derechos y libertades es deseable, y que un tal Estado se encuentra únicamente en forma de República (entendida ésta como el gobierno de la ley, diferenciada de la democracia, caracterizada más bien por el gobierno de la voluntad mayoritaria; en este sentido, observar el malestar de un sector cada vez mayor de la ciudadanía estadounidense, que denuncia la suplantación de la república fundada en 1776 por una democracia poco más que de "pan y circo").
¿Por qué es de vital importancia para la República que sus ciudadanos aprendan un oficio, una actividad empresarial, y no simplemente aspiren a puestos de trabajo en el funcionariado? La primera respuesta es: para evitar que el tamaño del Estado aumente, y a la vez ayudar a minimizar el riesgo de tiranía. La segunda: para colaborar en la creación de valor, principal motivo de la existencia de empresas en un mercado libre, tal y como lo expresara el mismo Adam Smith. Un modelo de sociedad impulsada por los valores inherentes a la actividad empresarial en un mercado libre es siempre preferible a otro modelo social en el que una parte importante de la ciudadanía sirva al Estado ocupando puestos en la Administración. Si se me permiten las analogías, el primero se asemeja a un cuerpo sano y atlético porque es activo, mientras que el segundo tiende a la obesidad y, en última instancia, a una muerte prematura causada por cancer o infarto. El primero tiene que ver con los valores de la República, el segundo más bien con las oligarquías gobernadas por elites. Conclusión: hay muchas otras (y quizás mejores) formas de "servir" al bien común que no implican aprobar unas oposiciones.
Si el Estado no favorece la iniciativa empresarial el riesgo de pérdida de derechos y libertades aumenta. Y es aquí donde el asunto de la educación para ciudadanos empresarios cobra su relevancia. ¿Por dónde comenzar? ¿Qué modelo de ciudadano empresario es deseable para la República? ¿Cuál debe ser su motivación principal? ¿La codicia, la avaricia? No, pues en nada contribuiría este hombre o esta mujer al bien común. Desde la stakehold theory, R. Edward Freeman nos recuerda que el capitalismo es en esencia (y siempre fue concebido como tal) un modelo de colaboración humana, en su opinión, el mejor en la historia de la Humanidad, porque posibilita una creación de valor virtualmente infinita. ¿Cómo debemos pues concebir al ciudadano empresario? Según Freeman, la motivación principal de este individuo de la sociedad tiene que ser la creación de valor para sus empleados, clientes, proveedores, financieros y comunidades relacionadas con su actividad. La maximización de los ingresos debe venir después en la mente del empresario. Obviamente, esto implica un cambio considerable en la concepción de la actividad empresarial con respecto a cómo se viene desarrollando hasta ahora. Lo curioso es que dicho cambio reclama recuperar el sentido original (de origen) de dicha actividad. Asume, por tanto, que se ha producido una mala interpretación o aplicación en algún momento del proceso histórico de "capitalización" pero no cree necesario romper con este paradigma de producción económica.
Entonces, ¿cómo debe comportarse el ciudadano empresario para ser capaz de crear valor a través de su actividad empresarial? Nuevamente para Freeman, los hombres y las mujeres de negocios no pueden aprender de negocios sin aprender de ética. Esto me parece de crucial importancia. Él lo llama el "principio de integración": i) no tiene sentido hablar de empresa y economía (business) sin hablar de ética, ii) no tiene sentido hablar de ética sin hablar de empresa y economía, iii) no tiene sentido hablar de ambas sin hablar de seres humanos (en su Stakeholder Theory. A State of the Art, 2010).
Se podría entonces considerar como irresponsable formar ciudadanos empresarios sin un alto sentido, comprensión y vivencia de valores como los señalados por la profesora Adela Cortina (en Ética de la Empresa. Hacia una nueva cultura empresarial): "la calidad en los productos y en la gestión, la honradez en el servicio, el mutuo respeto, en las relaciones internas y externas a la empresa, la cooperación o trabajo en equipo, la creatividad, la iniciativa y el espíritu de riesgo como los más importantes" (tal y como se citan en la tesis doctoral de la profesora Elsa González, La responsabilidad moral de la empresa, 2001, p. 119).
Freeman señala que sería importante ir enseñando valores, conceptos, prácticas inherentes de la ética empresarial desde una edad temprana, quizás desde la primaria, y no dejarlo para los postgrados, lo cual debería, a mi juicio, enmarcarse en la dimensión más amplia de la enseñanza moral. Estoy de acuerdo con la profesora Adela Cortina cuando apunta a la educación como respuesta a la decisiva pregunta hobbesiana de cómo interesar a los individuos en la moralidad (en su importante artículo "La educación del hombre y del ciudadano", 1995). No obstante, no debemos olvidar que la educación permanece fuertemente institucionalizada en el caso del contexto i), mientras que en el contexto ii) la educación como derecho de los ciudadanos simplemente no existiría. Muchos podríamos pensar que, en este caso, lo que ocurre en ambos contextos definidos al principio de esta entrada es lo mismo: una auténtica educación en valores no está presente. No debe extrañar por tanto el creciente fenómeno del homeschooling en países como los Estados Unidos, lo cual indica que cada vez hay más padres descontentos con la escuela pública, y actúan como ciudadanos responsables preocupados por la educación integral de sus hijos, creando comunidades educativas alternativas.
A modo de conclusión, sí a la educación, pero de calidad (no por tanto a la junk education que, como sucede con el tipo de comida que lleva asociado el mismo adjetivo en inglés, no contiene nutrientes y causa efectos secundarios no deseados). Y cuando el Estado no proporcione dicha calidad, los ciudadanos tienen la obligación de buscarla fuera del modelo educativo oficial o generarla ellos mismos.
José Manuel Carballido Cordero, licenciado en filosofía, profesor Colegio San Ignacio y Universidad ITM, Medellín, Colombia.
José Manuel Carballido Cordero, licenciado en filosofía, profesor Colegio San Ignacio y Universidad ITM, Medellín, Colombia.
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